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El Metro Del Amor TГіxico
Guido Pagliarino
En las obras anteriores basadas en los personajes Vittorio D’Aiazzo y Ranieri Velli, В«La furia de los insultadosВ», В«El monstruo de tres brazosВ» y В«Los satanistas de TurГnВ», ambos eran funcionarios de policГa (o de la Seguridad PГєblica, como se denominaba antiguamente a esta), comisario el primero y su ayudante directo el segundo. En esta obra posterior, mientras que Vittorio sigue estando de servicio y ha ascendido al grado de subinspector, Ranieri ha dejado valerosamente el uniforme con su salario fijo para dedicarse exclusivamente a su pasiГіn, la escritura, y vive duramente de su pluma, como periodista precario en un periГіdico y editor mal pagado en una editorial y esta vez, tanto en la novela В«El metro del amor tГіxicoВ» (metro en sentido poГ©tico) como el cuento breve que lo sigue es el personaje principal, no Vittorio, aunque su amigo no queda en modo alguno arrinconado.
En las obras anteriores basadas en los personajes Vittorio D’Aiazzo y Ranieri Velli, В«La furia de los insultadosВ», В«El monstruo de tres brazosВ» y В«Los satanistas de TurГnВ», ambos eran funcionarios de policГa (o de la Seguridad PГєblica, como se denominaba antiguamente a esta), comisario el primero y su ayudante directo el segundo. En esta obra posterior, mientras que Vittorio sigue estando de servicio y ha ascendido al grado de subinspector, Ranieri ha dejado valerosamente el uniforme con su salario fijo para dedicarse exclusivamente a su pasiГіn, la escritura, y vive duramente de su pluma, como periodista precario en un periГіdico y editor mal pagado en una editorial y esta vez, tanto en la novela В«El metro del amor tГіxicoВ» (metro en sentido poГ©tico) como el cuento breve que lo sigue es el personaje principal, no Vittorio, aunque su amigo no queda en modo alguno arrinconado: Ranieri, al volver a su casa un dГa de julio de 1969, encuentra en su buzГіn una carta, mandada desde Nueva York, que le comunica la concesiГіn de un premio literario bien dotado por su obra poГ©tica traducida en Estados Unidos. Poco despuГ©s se perpetran atentados contra su vida, envueltos en incidentes, sin Г©xito gracias a la capacidad atlГ©tica y la habilidad marcial del objetivo. ВїTal vez se trata de intentos de venganza por parte de alguno de los muchos delincuentes que Ranieri ha entregado a la justicia antes de dimitir? ВїO, como acaba sospechando el motivo, es precisamente el premio literario?В ВїO, todavГa mГЎs sorprendente, el motivo puede ser una antologГa de sus poesГas imprimida hace poco completamente a sus espaldas? Tras volar a Nueva York para recoger el premio, Velli es recibido en el aeropuerto Kennedy por una joven italo-americana, Norma Costante, una autГ©ntica belleza a la que la FundaciГіn Valente, organizadora del premio, ha encargado asistirlo como intГ©rprete y acompaГ±ante. Esta, a punto de divorciarse de su marido, pintor bisexual que la ha traicionado abandonГЎndose a orgias con modelos de ambos sexos, parece enamorarse apasionadamente de Ranieri, mientras que este sin duda queda prendado de ella, pero surgirГЎ un hecho amargo del pasado de la sensual mujer. Entretanto, tambiГ©n en Estados Unidos alguien intenta matar al poeta varias veces, siempre disfrazando sus tentativas criminales como incidentes fortuitos y aunque Ranieri consigue de nuevo huir de la muerte, se ven sin embargo afectadas otras personas, para empezar John Crispy, un importante brГіker estadounidense que administra el patrimonio de Donald Montgomery, joven de carГЎcter frГo, director del FBI de Nueva York y candidato al Senado de Estados Unidos: tal vez odia al administrador porque estГЎ a punto de casarse con su madre, la mujer mГЎs rica de Estados Unidos. Algo parece seguro: el poeta se ha convertido, a su pesar, en una pieza de un juego de ajedrez criminal internacional que afecta en particular a Italia, paГs que, en ese aГ±o 1969, era presa de violencias sociales y desГіrdenes civiles. Hay multitudes de sorpresas, entre otras que personas que se creen muertas reaparecen vivas en escena, mientras que personajes que parecen honrados se revelan como falsos y nihilistas. La soluciГіn del caso llegarГЎ solo hacia el final, cuando el poeta, salvado solo en el Гєltimo momento por su fraternal amigo el subinspector D’Aiazzo, serГЎ atacado y brutalmente torturado por el imprevisible artГfice del colosal plan criminal. En el apГ©ndice se puede leer el cuento El difunto D’Aiazzo, cuyos acontecimientos son un poco posteriores a los de la novela: los medios de comunicaciГіn comunican que el subinspector Vittorio D’Aiazzo ha sido asesinado. La vГctima, segГєn todos los indicios, parece ser, contra toda expectativa, un individuo con una doble personalidad, honradГsimo funcionario en la comisarГa de TurГn y desleal delincuente en la de NГЎpoles, su ciudad natal. Su amigo Ranieri no puede tolerarlo y empieza a investigar.
Copyright © 2020 Guido Pagliarino - All rights reserved to Guido Pagliarino – Todos los derechos son propiedad del autor – Libro distribuido por Tektime S.r.l.s. Unipersonale, Via Armando Fioretti, 17, 05030 Montefranco (TR) - Italia - P.IVA/Código fiscal: 01585300559 - Registro mercantil de TERNI, N. REA: TR – 108746
Guido Pagliarino
EL METRO DEL AMOR TГ“XICO
Novela
Con el apГ©ndice del cuento sobre los mismos personajes
EL DIFUNTO D’AIAZZO
TraducciГіn de Mariano Bas
Guido Pagliarino
El metro del amor tГіxico
Novela
con el apГ©ndice del cuento sobre los mismos personajes
El difunto D’Aiazzo
TraducciГіn de Mariano Bas
Obra distribuida por Tektime
© Copyright 2020 Guido Pagliarino – Todos los derechos pertenecen al autor
Ediciones de esta obra en italiano:
1ВЄ ediciГіn bajo el tГtulo Il Poeta e il Committente, romanzo, libro en papel, В© Copyright 2007-2014 Boopen Editore, descatalogado desde 2014 y desde ese mismo aГ±o В© Copyright de Guido Pagliarino
2ВЄ ediciГіn, revisada y corregida, publicada solo como e-book en todos los formatos bajo el tГtulo Il metro dell’amore tossico (Il Poeta e il Committente), romanzo, В© Copyright 2015 Guido Pagliarino, Smashwords Edition
3ВЄ ediciГіn, revisada y corregida, publicada en e-book en todos los formatos y como libro en papel bajo el tГtulo Il Metro dell'amore tossico, romanzo, con l’appendice del racconto, fin a oggi inedito, sui medesimi personaggi, Il fu D’Aiazzo, Tektime Editore, В© Copyright 2017 Guido Pagliarino
La imagen de la portada ha sido creada electrГіnicamente por el autor.
Los personajes, hechos, nombres de personas, entidades y empresas y sus sedes que aparecen en la novela son imaginarios, cualquier referencia a la realidad pasada o presente son casuales y absolutamente involuntarios.
ГЌndice
El metro del amor tóxico – Novela (#ulink_33613411-3d0d-5270-8a65-6906889d2172)
CapГtulo I (#ulink_ccc85d8e-aa9a-540b-977e-c8f7270e8473)
CapГtulo II (#ulink_da3e8329-64cf-5570-b642-c6ccd1318900)
CapГtulo III (#ulink_15d67f42-9ff8-5d6f-bb63-c02976a560cc)
CapГtulo IV (#ulink_e9dd2531-7e2f-5cd0-9476-82eeb8f0fea5)
CapГtulo V (#ulink_e7e8ea4c-8c47-5434-9987-b9c8ffaa6b30)
CapГtulo VI (#ulink_f2a8a658-9832-524a-ae94-cfb6cc6cd149)
CapГtulo VII (#ulink_56b5dd5d-ca8e-5063-b087-35d2fe26616b)
CapГtulo VIII (#ulink_1e93d832-0283-529c-a78d-ce94017517f9)
CapГtulo IX (#ulink_c82134fc-3ae2-5101-8e8d-62599e6df1c0)
CapГtulo X
CapГtulo XI
CapГtulo XII
CapГtulo XIII
CapГtulo XIV
CapГtulo XV
CapГtulo XVI
CapГtulo XVII
CapГtulo XVIII
CapГtulo XIX
CapГtulo XX
CapГtulo XXI
CapГtulo XXII
CapГtulo XXIII
CapГtulo XXIV
CapГtulo XXV
El difunto D’Aiazzo - Cuento
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El metro del amor tГіxico (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6)
Novela (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6)
( (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6)В© (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6) 1992 ) (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6)
CapГtulo I (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6)
Era el 1 de julio de 1969, martes. Al llegar a casa al final de la tarde, recogГ de mi buzГіn un sobre grande. En ese momento, solo observГ© que habГa llegado por vГa aГ©rea de una ignota Alfio Valente Cultural Foundation de Nueva York. No di demasiada importancia al pliego y, sin apresurarme, subГ a casa, un modesto apartamento en el Гєltimo piso de un viejo edificio del centro histГіrico, me puse cГіmodo y, finalmente, sentГЎndome en el escritorio de la pequeГ±a habitaciГіn que me servГa de estudio, abrГ el sobre. Me llevГ© una maravillosa sorpresa. Me habГan concedido el Brooklyn Alfio Valente Poetry Award por mi obra poГ©tica traducida y publicada en Estados Unidos: un premio en metГЎlico de unos estupendos 5.000 dГіlares, una cifra pingГјe para esos tiempos, y me pagaban los gastos del viaje. Estos seГ±ores americanos debГan tener una gran confianza en su servicio postal, dado que no me lo habГan comunicado por correo certificado internacional. Me pedГan, con la firma del presidente Albert Valente, que imaginaba que era un pariente y luego supe que era hijo del difunto titular de la fundaciГіn, que confirmara telefГіnicamente la aceptaciГіn del premio y mi presencia en la ceremonia de entrega de este. ConsiderГ©, despuГ©s de echar una ojeada al reloj y, despuГ©s de restar seis horas a las 17:38 que marcaba, que todavГa era por la maГ±ana en el huso horario de Nueva York. LlamГ© a la centralita de la Гєnica sociedad telefГіnica italiana de aquellos tiempos, la SIP,
para que me pusiera con la fundaciГіn: en cuanto a la celeridad de las llamadas intercontinentales, era un tiempo de mamuts en el que quien llamaba debГa recurrir a una de las telefonistas de la SIP y esperar que esta, despuГ©s de muchos minutos de espera como mГnimo, finalmente lo conectara con el lejano nГєmero gracias a un circuito de comunicaciones operado a mano.
ColguГ© y, a la espera de que sonara de nuevo el aparato advirtiГ©ndome de que estaba en lГnea, me regocijГ© con la idea de la inesperada ganancia que estaba a punto de recibir, algo verdaderamente providencial, pues el arte de la poesГa, como resultaba natural, no me generaba casi ningГєn ingreso y vivГa gracias a colaboraciones esporГЎdicas en un diario de TurГn, La Gazzetta del Popolo, y al inseguro trabajo de traductor y editor en una editorial, retribuido a destajo por cada libro. En realidad tambiГ©n tenГa escrita una novela, potencialmente mucho mГЎs comercial que las obras en verso, e incluso habГa conseguido publicarla con la gente de la misma editorial turinesa para la que trabajaba, no sin el desgaste de unas cuantas aproximaciones al Kan de todos los Kanes, como solГamos llamar entre nosotros al altanero y a veces caprichoso propietario: tuve muchos elogios de la crГtica, que habГan llenado mi portafolios, y ningГєn Г©xito comercial, al tratarse de В«una obra de prosa poГ©tica mГЎs que de una novela con un relatoВ», como me comunicГі finalmente el editor, ya dubitativo a la hora de llevarla a la imprenta, recalcando el tono sobre la Гєltima palabra. Es bueno que ademГЎs adelante que, no por tratarse de un caso relacionado con mi miserable situaciГіn econГіmica de aquellos tiempos, sino porque, como veremos, resultarГa algo dramГЎtico para mГ e incluso funesto para muchos ciudadanos de Estados Unidos e Italia, seis meses antes de recibir el premio Brooklyn Alfio Valente, al necesitar mГЎs dinero, habГa aceptado la repentina oferta de un potentado de componerle y venderle por una buena cantidad una veintena de sonetos en honor de su bienamada, poesГas que este tenГa la intenciГіn declarada de presentar como frutos de su talento ante ella. Lo digo de inmediato: todavГa hoy siento amargura por haber vendido mi arte y, por una serie de circunstancias derivadas, tambiГ©n mi dignidad y mi libertad, aunque, como explicaremos en su momento, esto me castigarГa moral y fГsicamente.
Mientras esperaba a que me comunicaran con la fundaciГіn, la alegrГa se me fue de golpe: releyendo con mГЎs atenciГіn la carta, advertГ que la fecha del premio estaba cerca, menos de veinte dГas, y me di cuenta de repente que tenГa caducado el pasaporte. Un escalofrГo por la espalda, literalmente, y luego un acceso de ira: «¡¿Por quГ© me han avisado en el Гєltimo momento?!В» Pero al fijarme en la fecha de expediciГіn en el sobre, entendГ que la fundaciГіn no era la culpable del retraso, pues la carta habГa salido de Nueva York mГЎs de dos semanas antes. В«Bueno, sГ, pero sГ es culpable al menos de no haberla mandado certificadaВ», les increpГ© de todas formas en mi cabeza e inmediatamente me enfadГ© con el desconocido inГєtil (Вїde correos? Вїde un aeropuerto?) al que se debГa la posterior complicaciГіn y finalmente me preguntГ© si, a pesar de todo, podrГa obtener a tiempo la renovaciГіn del pasaporte en la comisarГa de policГa y, considerando que los prudentes Estados Unidos tambiГ©n requerГan un visado consular preventivo, me respondГ: В«Casi seguro que noВ», pero me quedaba una esperanza: «… pues sГ, ВЎpedirГ© ayuda a Vittorio!В»
El subinspector
Vittorio D'Aiazzo servГa en la comisarГa de TurГn, donde tambiГ©n yo habГa trabajado a sus Гіrdenes antes de dejarlo hacГa unos pocos aГ±os. Era un gran amigo, tal vez el Гєnico que he tenido y tambiГ©n sabГa que, al ser ambos de carГЎcter retraГdo, yo fui su Гєnico amigo de verdad.
«¡Imagina», pensé cada vez más aliviado, «si, vista la importancia del asunto, no se va a esforzar!»
Ya, pero ВїcГіmo habГa entrado en la policГa un hombre tranquilo como yo, completamente opuesto a un trabajo armado? ВїUna persona que se dedicaba al arte de la mГ©trica y a leer frecuentemente desde el colegio, inspirada por las traducciones de la IlГada de Monti y la Odisea de Pindemonte, un hombre deseoso de conseguir la licenciatura en letras? Dicho en pocas palabras: el entorno familiar de los aГ±os 40 del siglo pasado era muy distinto del actual, pues entonces era imprescindible que un joven respetara la voluntad de sus padres y los mГos no me permitieron en absoluto realizar estudios clГЎsicos y, con sacrificio y una gran incomprensiГіn, me empujaron hacia los estudios cientГficos, con la idea errГіnea de hacerme ingeniero y entrar en la empresa automovilГstica de la ciudad, la FIAT, donde ambos trabajaban como obreros. Odiaba las matemГЎticas, la fГsica, la quГmica y la mineralogГa y descuidГ© esos estudios: una serie de suspensos, ВЎsiempre un 4! hasta el punto de tener que repetir el primer y tercer aГ±o de la secundaria, aun obteniendo siempre 8 en italiano, latГn, filosofГa, historia e inglГ©s. Con casi diecinueve aГ±os, hacia la mitad de ese mismo tercer curso repetido, en 1952, al no querer perjudicar mГЎs a mis padres, que se estaban sacrificando inГєtilmente, abandonГ© la escuela y entrГ© en la Seguridad PГєblica, como se llamaba entonces la PolicГa, realizando primero el servicio militar y luego reenganchГЎndome. Solo muchos aГ±os despuГ©s, al desterrar el temor de quedarme sin dinero, acabГ© por pedir la dimisiГіn, despuГ©s de haberme ganado el grado y el mejor salario de subbrigada.
. Aun asГ, era una actividad que, con su peligro y sus horarios desordenados, obstaculizaba mi pasiГіn por las letras. Me motivГі el haber conseguido un discreto Г©xito, A finales de diciembre de 1957 publiquГ© mi primer libro de poesГas en una gran editorial (luego desvelarГ© el arcano de un acontecimiento tan improbable) con Г©xito de crГtica y conseguГ aparecer en la antologГa del cГ©lebre Premio Versilia, secciГіn primeras obras, gracias a lo cual se habГan vendido unas magnГficas trescientas veinticinco copias. Lo mГЎs importante es que, tras el premio, conseguГ colaboraciones literarias como periodista y articulista en la Gazzetta del Popolo de TurГn y un par de artГculos semanales, lo que redundГі en una mayor notoriedad. Mi dimisiГіn dio mГЎs frutos. Gracias a mi actividad plena y a las mГЎs frecuentes colaboraciones, mandГ© a la imprenta un poemario y otras dos colecciones de versos, estos compuestos a lo largo de los aГ±os precedentes, despuГ©s de mi dimisiГіn, y mis versos se habГan traducido al inglГ©s y al francГ©s y publicado en los paГses europeos angloparlantes y francoparlantes, en Estados Unidos y en CanadГЎ. Sin abandonar el servicio, la vida de Ranieri Velli, la mГa, probablemente habrГa continuado desarrollГЎndose de una investigaciГіn a otra al mando de mi amigo, ya subjefe,
Vittorio D'Aiazzo, con pocas pausas de alegrГas literarias y no habrГa alcanzado una fama real. Pero, por el contrario, no me habrГa encontrado en los Гєltimos meses de 1969, como veremos, entre los doloridos protagonistas de un caso criminal internacional, por el cual Italia habГa estado cerca de caer, una vez mГЎs, bajo un rГ©gimen dictatorial.
SonГі mi telГ©fono. Era la comunicaciГіn con Nueva York. Yo hablaba bien inglГ©s, no solo gracias a la escuela, sino tambiГ©n a un curso intensivo de aprendizaje en Londres, lleno de tГ©rminos jurГdicos, que me sugiriГі Vittorio, durante un intercambio con suboficiales de Scotland Yard. No tuve ninguna dificultad en hacerme entender por mi interlocutora americana: pedГ hablar con el seГ±or Valente, explicando el motivo de la llamada. No estaba en la sede y me pasaron con una directiva de la fundaciГіn, le confirmГ© mi aceptaciГіn del premio y mi presencia en la ceremonia de entrega de premios. Al menos ya habГa realizado esto.
Ahora le tocaba al pasaporte.
CapГtulo II (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6)
—¡Querido amigo! ВїCГіmo van tus investigaciones sobre poesГa? —me saludГі efusivamente el doctor D'Aiazzo con su fuerte acento napolitano, despuГ©s de que consiguiera tenerlo al telГ©fono a travГ©s de la centralita de la comisarГa.
—Ha llegado un premio, el poeta pide —respondГ con un endecasГlabo improvisado y bromista y precisé—: He ganado un premio importante en Nueva York.
En un tono copartГcipe se felicitГі y luego, intercalando algunas palabras en su dialecto, como hacГa a veces, e interpelГЎndome con el diminutivo que habГa inventado Г©l mismo en su momento, me preguntГі:
— Va bbuo',
Ran, felicidades por mi parte, ВїquГ© me pide o' poeta
?
—La fecha de la entrega de premios está cerca y tengo el pasaporte caducado.
—No hay problema. Mándamelo con el timbre y las fotos y hago que te lo preparen como un rayo,
no es por nada que en italiano rima con mi apellido D'AiГЎzzo, aparte del acento. Mejor no, vamos a hacer otra cosa: a la hora de la cena me lo llevas todo a casa, a los ocho en punto y asГ hacemos unos espaguetis y dos filetes.
—Estupendo, gracias.
Esa misma tarde sufrГ la primera agresiГіn. Primero pensГ© que era el ataque de un chalado, y solo despuГ©s de un segundo intento de matarme, no mucho dГas antes del vuelo a Nueva York, entendГ que alguien me querГa muerto: Al salir de casa para la cena con mi amigo, antes de poder cerrar la puerta con llave me encontrГ© delante de un hombre, a unos cuatro metros de mГ sobre el rellano, con el rostro oculto con un pasamontaГ±as y guantes en las manos, que se abalanzГі de inmediato contra mГ empuГ±ando una navaja abierta e intentГі apuГ±alarme en el cuello. No me llegГі a alcanzar, porque, con un movimiento de artes marciales que habГa aprendido en la Seguridad PГєblica, bloqueГ© a la mitad el ataque y desarmГ© el brazo del delincuente haciendo caer al suelo la navaja. Inmediatamente despuГ©s, golpeГ© con fuerza al agresor en la cabeza, la cara y el tronco y le hice huir por la escalera: yo era joven en aquel entonces, ГЎgil y atlГ©tico y, algo que no se puede perder, muy alto, un metro noventa, mientras que ese individuo era de mediana estatura, por lo que, al buscar el cuello, habГa hecho el intento de abajo arriba sin toda su fuerza. No considerГ© prudente perseguirlo. RecogГ y me metГ en el bolsillo la navaja para llevГЎrsela a Vittorio, cerrГ© con llave la puerta de casa y bajГ© evitando el ascensor y usando las escaleras cautelosamente. Pero, como me esperaba, no habГa ni rastro del individuo.
Le contГ© por encima a mi amigo mi percance y luego le entreguГ© el arma del agresor. Este comentГі:
—Cada vez son mГЎs comunes los llamados atracos iniciados desde el exterior, tal vez querГa llamar a la puerta y luego entrar amenazГЎndote con esa navaja para robarte, pero le sorprendiГі tu imprevista salida al rellano y, temiendo que armaras jaleo se enfrentГі a ti, tratando de cortarte el cuello. Porque tГє no tienes enemigos mortales, Вїno?
—No creo.
—Luego debió ser un intento de robo. Has dicho que llevaba guantes, asà que no tendrá más huellas dactilares que las tuyas. Enmascarado, asà que no hay ningún detalle del rostro, aparte de los ojos a la vista: ¿has observado su forma y color? Y dime: ¿era alto bajo, delgado, gordo? ¿La navaja la llevaba en la mano derecha o en la izquierda? ¿Te dijo algo?
—No, ni una palabra, navaja en la mano derecha, los ojos no los pude ver con la agitaciГіn de la defensa y medГa en torno al metro setenta y cinco, delgado pero ancho de espaldas y seguramente musculoso y fuerte porque huyГі a toda prisa por las escaleras, aunque le habГa cubierto de golpes.
—Ya es algo, pero difГcilmente lo encontraremos, pues imagino que no serГЎ tan tonto como para acudir a un hospital, aunque tras tu denuncia podremos investigar en las casas de socorro. Pero no debe ser muy inteligente, porque, si no, no te habrГa lanzado una cuchillada con el riesgo de acabar en la cГЎrcel por un delito de sangre: se habrГa limitado a amenazarte a una cierta distancia pidiГ©ndote que volvieras a entrar en silencio o, sencillamente, habrГa huido sin hacerte nada.
—Hm… sГ.
—Ran, maГ±ana por la maГ±ana te pasas por la comisarГa para hacer la denuncia, pero entenderГЎs que serГЎ un poco difГcil que encontremos a chillo cattamГ ro
Como no me habГa robado nada, decidГ dejarlo pasar.
CapГtulo III (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6)
La amistad con Vittorio D'Aiazzo habГa empezado en GГ©nova, siendo Г©l comisario en la comisarГa y mi superior directo, agente y luego ayudante como subbrigada promocionado por mГ©ritos, tras salvar la vida a un ministro importante, el honorable profesor Nuto Marradi: un dГa a principios de febrero de 1957, Vittorio, dos de mis colegas y yo tenГamos encomendada la protecciГіn de este polГtico desde el momento de la llegada al aeropuerto de la ciudad de la Linterna,
hacia las diez de la maГ±ana, hasta su vuelo de regreso por la tarde. Un tal Aristide Maria Barani, un funcionario ministerial rebelde, ademГЎs de anarquista clandestino, tuvo la infausta idea de matarlo precisamente en esa ocasiГіn y quiГ©n sabe cГіmo y por quiГ©n supo de su llegada. Recogimos a Marradi en la zona aeroportuaria donde, como estaba programado, el aviГіn DC3 de Alitalia en el que se habГa embarcado pararГa los motores y nos acercamos rГЎpidamente en cuanto se abriГі la puerta y se puso la escalera de desembarco. Mientras el comandante pedГa a los demГЎs pasajeros que permanecieran en sus puestos hasta que se les invitara a salir, el ministro descendiГі con los dos agentes de su escolta personal. En ese momento el atacante solitario, disfrazado con un mono de operario, saliГі corriendo desde detrГЎs de un vehГculo de transporte de equipajes, llevando en la mano una Tokarev TT-33 calibre 7,62, una enorme pistola soviГ©tica poco precisa pero bastante fiable en cuanto a posibles encasquillamientos y se lanzГі al estilo garibaldino gritГЎndole:
—¡Sucio canalla ladrón!
Sin estar todavГa cerca del objetivo, disparГі una primera bala, que se perdiГі en el vacГo. Yo, al estar en la retaguardia de nuestro grupo y ser el mГЎs cercano al pistolero (siempre recuerdo la secuencia como si fuera un sueГ±o), con un tiro de mi Beretta M34 calibre 9 de ordenanza, tambiГ©n un arma imprecisa, asГ que sin duda tuve bastante fortuna, herГ al hombre en una pierna rompiГ©ndosela y haciГ©ndolo caer al suelo y luego rГЎpidamente, de una patada, se quitГ© el arma de la mano. Vittorio estaba por el contrario a la cabeza de nuestro grupo y era el mГЎs cercano al ministro, aparte de su escolta personal, por lo que sin mi intervenciГіn probablemente le habrГa alcanzado alguno de los disparos sucesivos del anarquista.
El farragoso Aristide Maria Barani no fue condenado al mГЎximo de la pena, a pesar del intento de matanza, al ser considerado enfermo mental parcial en el momento de cometer los hechos, dado que, como se comprobГі durante el ingreso en el hospital por su herida, resultГі estar ebrio: debГa haber bebido para darse valor y precisamente el alcohol debГa haberlo llevado a actuar sin hacer muchos planes, asГ que habrГa fracasado sin mi enorme mГ©rito.
Un mes despuГ©s llegГі desde Roma mi promociГіn a subbrigada por intervenciГіn directa de Marradi, como correrГa la voz en la Oficina de SecretarГa, Personal y Bienestar de la comisarГa. Estaba claro que estuve profundamente agradecido a ese ministro, que se habГa mostrado capaz de reconocimiento, a diferencia de muchos otros polГticos, pero eso no habГa sido todo: algunos dГas despuГ©s, recibГ una carta de una importante casa editorial que me invitaba a enviar una copia de mis poesГas para una eventual publicaciГіn. Casi sin creer en ese hecho tan improbable (lleguГ© a pensar que era una broma de alguien), de todos modos, lo hice y en poco menos de un par de semanas me llegГі el contrato de publicaciГіn. Estaba exultante. HablГ© con entusiasmo en la comisarГa con D’Aiazzo y en ese momento supe por el comisario que el conocido propietario de esa editorial era Marradi. Mi aprecio por el ministro se puso por las nubes.
Sin embargo, Aristide Maria Barani no se habГa equivocado al juzgar a ese hombre: una dГ©cada despuГ©s, Marradi se revelГі realmente como un В«canalla ladrГіnВ», como le habГa gritado su fallido asesino en el aeropuerto: En 1967 habГa acabado en un escГЎndalo polГtico clamoroso, descubierto por la Magistratura, segГєn el periГіdico polГtico de la oposiciГіn L’UnitГ ,
gracias a maniobras subrepticias de poderes econГіmicos a los que habГa perjudicado. La oposiciГіn tambiГ©n aireГі que antes habГa podido intrigar mГЎs veces, al haber sido un secretario de estado de larga trayectoria, que habГa participado, a la cabeza de los mГЎs variados departamentos, en casi todos los gobiernos de la repГєblica desde los de centro de los 50 hasta el gabinete de centro derecha de 1960, sostenido desde fuera por los neofascistas, y algunos de los sucesivos de centro que culminaron en 1963 con aquellos de centro izquierda. Es verdad que cada vez fue siendo mГЎs poderoso con el paso de los aГ±os. Al menos por sus Гєltimas fechorГas fue acusado ante el Parlamento, que tenГa que reunirse en un pleno comГєn, basГЎndose en el artГculo 96 de la ConstituciГіn Italiana en relaciГіn con los delitos cometidos por los miembros del gobierno: solo Г©l, aunque la oposiciГіn manifestГі sus sospechas de que los culpables habГan sido muchos y В«todos del ГЎrea gubernativaВ». Antes de que la CГЎmara y el Senado concedieran la autorizaciГіn para que la Magistratura procediera, Marradi habГa intentado huir al extranjero, pero, en su intento, habГa muerto en un accidente aГ©reo y esto habГa alimentado la grave sospecha de que hubiera sido asesinado por sus cГіmplices para que callara para siempre.
En 1968, la Italia de la hegemonГa democristiana y luego la de la democristiana-socialista habГan empezado a estar seriamente contestadas, se habГan iniciado huelgas en cadena y habГa surgido el llamado Movimiento Estudiantil: para todos sus detractores, los gobiernos de centro izquierda no podГan considerarse sino como siervos de los patrones y, en cuanto a los de centro derecha, incluidos los liberales, eran todos sencillamente fascistas. Las protestas provocarГan un cambio formidable en las costumbres de la poblaciГіn, que hasta entonces seguГan siendo sustancialmente las mismas de las dГ©cadas anteriores, basadas en fuertes valores morales cristianos, incluso, al menos en el fondo, en los ateos declarados.
Era en ese marco en el que se preparaba la aventura que estaba a punto de afrontar junto a mi amigo Vittorio, durante la cual aparecerГa, entre otros, tambiГ©n el nombre del difunto ministro Nuto Marradi.
CapГtulo IV (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6)
D'Aiazzo era un hombre cincuentenario robusto, pero no alto, en torno al metro setenta y cinco. Mostraba una cabellera oscura y rizada todavГa espesa, pero que, en 1969, empezaba a dejar paso a la calvicie en lo alto de la cabeza, como si fuera un atisbo de tonsura. Tal vez para equilibrar, desde hacГa un tiempo se habГa dejado crecer la barba. Mi amigo Vittorio era un hГ©roe de la resistencia contra los nazis: en 1943, siendo un muy joven comisario,
fue uno de los combatientes durante la primera insurrecciГіn antialemana de Europa, los llamados Cuatro dГas de NГЎpoles,
en los que su ciudad se liberГі por sГ sola de los ocupantes alemanes, durante los cuales murieron muchos policГas de la comisarГa napolitana, entre ellos el ayudante directo de D’Aiazzo en ese momento, el brigada
Marino Bordin, de quien hablaba con gran admiraciГіn. A pesar su alegrГa exterior, Vittorio era una persona esencialmente triste. Pocos meses despuГ©s del asesinato frustrado de Marradi, mi amigo, que se habГa casado en el mes de mayo anterior con una mujer bastante joven, una chica de dieciocho aГ±os hija de una colega a la que habГa conocido en el baile anual de debutantes, fue vГctima de un grave percance conyugal. Se guardГі su dolor en su interior durante mucho tiempo hasta que, un dГa de la primavera de 1958 en el que debГa sentirse especialmente incГіmodo, porque era el segundo aniversario de su matrimonio, se sincerГі conmigo, В«mi amigo poeta preferidoВ»: HacГa un aГ±o que su jovencГsima esposa habГa conocido a un rico importador estadounidense que estaba en GГ©nova por asuntos de negocios y se habГa fugado con Г©l a Nueva York, consiguiendo en AmГ©rica la anulaciГіn de matrimonio y volviГ©ndose a casar poco despuГ©s con su amante, como le habГa comunicado a Vittorio por vГa epistolar el abogado de la pareja, por encargo de ella. En Italia todavГa no existГa el divorcio, por lo que Vittorio seguГa casado con la В«traidoraВ», pero una vez me dijo, ya cuando ambos prestГЎbamos servicio en TurГn, que, aunque hubiera existido el divorcio, como catГіlico practicante (pronunciГі en tono solemne la Гєltima palabra) no se lo habrГa aceptado, de habГ©rselo pedido. В«A pesar de todoВ», aГ±adiГі, В«por desgraciaВ», Г©l tenГa В«vocaciГіn de parejaВ». En todo caso, a pesar de su proclamado catolicismo, no estuvo solo mucho tiempo, como entendГ enseguida.
Esa tarde en la cena en su casa, un apartamento en via Cernaia, delante de la comisarГa homГіnima de los carabineros y no muy lejos de la comisarГa de corso Vinzaglio nos sirviГі y, como era normal, tras traer los platos, se sentГі entre nosotros una mujer morena de veintinueve aГ±os, Carmen, exuberante, simpГЎtica y fornida, aunque tambiГ©n analfabeta y con pocas luces, sabГa realizar para mi amigo, ademГЎs de las funciones de asistenta, otras mГЎs Гntimas. En el ya lejano 1959, con ocasiГіn de la primera invitaciГіn a cenar de Vittorio tras nuestro traslado de GГ©nova a TurГn, me la habГa presentado solo bajo la primera funciГіn y ella, esa vez, no se sentГі con nosotros, pero por el trato confiado que tambiГ©n mostraba me lo sospechГ©.
—La guagliona
es de mi Nápoles —, me confió ya esa vez mi amigo, aunque con cierta vergüenza, mientras Carmen estaba en la cocina preparando el café.
—Es una huérfana sin ’na
lira, que me han mandado papГЎ y mammГ
como fГЎmula: tal vez ya te lo dije cuando llegГі —AsentГ—. Francamente, estaba cansado de pizzerГas y tambiГ©n de estar… solo. Es muy joven… sГ, casi de la edad de mi mujer. Ya tengo cuarenta aГ±os. Y ademГЎs ya sabes como son las cosas, que despuГ©s de un poco… ya estamos… bueno, ya me entiendes. El problema es… que todavГa es menor de edad,
pero para ti tiene su edad —No habГa podido contener una sonrisa avergonzada y luego dijo—: Vale, ya sГ© que hago mal, que como catГіlico deberГa ser casto e incluso que tal vez me estГ© aprovechando un poco demasiado de esta guagliona, aunque me parece que estГЎ bastante contenta con mi afecto y tambiГ©n mi… buen, ya entiendes a quГ© me refiero. No lo sГ©, espero que en todo caso el Cielo tenga compasiГіn y perdГіn.
—Eso espero —respondГ mecГЎnicamente sin percatarme de que estaba alimentando sus dudas, que le asaltarГan durante aГ±os. Me las manifestarГa al fin con ocasiГіn de un penoso acontecimiento del que hablarГ© mГЎs adelante. AГ±adГ—: Es verdad que, para vosotros, los catГіlicos, es una vida llena de problemas, para mГ ya hay tantas en la vida que, al menos las religiosas, siempre las he dejado a un lado.
—¿No crees en nada? —me interrogó, poniéndose más serio.
—Bueno, hubo un momento en que era completamente ateo. Ahora… no lo sГ© —respondГ vacilante—. A veces… pero al final creo en lo que veo, y en la poesГa.
—… ВїY quГ© te ordena la poesГa? —me apremió—, la musa… ВїcГіmo se llamaba? ВЎAh, sГ! CalГope.
—No, Erato, dado que escribo poesГa lГrica: CalГope era la musa de la poesГa Г©pica.
—... E va bbuo’,
la musa en general, no importan los detalles, guaglio’.
No, era solo para decirte que la poesГa es como la amistad, me refiero a la verdadera: viene de Dios. De hecho, es una de las seГ±ales de la amistad divina.
No se hablГі mГЎs de esa relaciГіn Dios-poesГa durante aГ±os, hasta la Гєltima invitaciГіn en que, a mitad de la cena, Vittorio me dijo:
—¿Sabes? El premio literario te llega del Cielo, como tu poesГa. ВїRecuerdas lo que te dije hace muchos aГ±os? Dios es la verdadera y Гєnica Musa.
—¿También para los que son como yo?
—¡Se entiende que sГ! Pero solo si son puros de corazГіn y dime, Вїsabes por quГ© lo verbos no hacen ganar dinero?
—SГ© lo que dirГan los soldados de monsieur de La Palice
: В«Porque tienen pocos lectoresВ».
—Uh, Вїy chista 'ccГ
ha de esse 'na
respuesta? No, no lo ganan porque son cosa del EspГritu Santo. Y tambiГ©n te digo que la poesГa bella viene a los poetas que tienen el EspГritu: puede que seas tambiГ©n un republicano histГіrico, no un creyente, pero eres un idealista.
Bueno, me quedГ© por un momento estupefacto: por la venta de los veinte sonetos a aquel potentado seis meses antes, no habГa escrito de hecho ni siquiera un verso.
«… Pero no», concluà para mà esa vez, «¡pura casualidad!»
CapГtulo V (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6)
Tuve la suerte de que, a diferencia de mi amigo, me mantenГa delgado y ГЎgil como solГa y sentГa en el cuerpo la misma fuerza que cuando era mГЎs joven, porque en otro caso esa tarde no lo cuento.
Solo faltaban dos dГas para irme a Nueva York. Hacia las tres de la tarde salГ hacia la Gazzetta del Popolo para escribir un artГculo para la tercera pГЎgina. En esos tiempos en que no habГa Internet, aunque para las revistas se podГa usar el correo, para los periГіdicos, debido a los tiempos mГЎs rГЎpidos de publicaciГіn, hacГa falta acercarse fГsicamente a la sede; solo los corresponsales en el extranjero tenГan el privilegio de dictar telefГіnicamente el artГculo y, algunas veces, tambiГ©n el reportero si la noticia era urgente. Yo, como los demГЎs articulistas, debГa entregar fГsicamente la pieza escrita en casa o redactarla en la sede y yo habitualmente lo escribГa en la redacciГіn. HabГa colaborado antes, siempre como externo pagado por unidad, con uno de los periГіdicos italianos mГЎs importantes, ligur, pero con una ediciГіn turinesa, propiedad del financiero Angelo Tartaglia Fioretti, jefe de un enorme grupo econГіmico, pero despuГ©s de que, aprovechando mi situaciГіn de articulista independiente, sin avisar a nadie, empecГ© a colaborar con el otro periГіdico, que estaba en contra de los conglomerados econГіmicos y a favor de economГa social cristiana, la publicaciГіn de Tartaglia Fioretti habГa dejado de publicar mis escritos. Al preguntarles el porquГ©, la respuesta fue В«exceso de costesВ». Ni siquiera me dijeron: В«Tienes que elegirВ». Sencillamente me rechazaron, como si fuera un caballo caprichoso de su propiedad al que, sin necesidad de excusas, se deja de montar. Me molestГі, tanto mГЎs porque habГa sido el proprio Tartaglia Fioretti el que me habГa comprado, un par de meses antes, esas veinte poesГas para hacerla pasar por suyas ante su amante. Finalmente entendГ que, tambiГ©n en esa ocasiГіn, me tratГі como una cosa que se puede adquirir y tirar cuando se quiera.
El trayecto no era largo desde mi casa en via Giulio: una parte de esa misma calle, luego de pasar por via della Consolata, via del Carmine y unos pocos metros de corso Valdocco, donde el periГіdico tenГa su sede, pero ese dГa, en la esquina entre el corso y la via del Carmine, ya muy cerca de la mitad del cruce que estaba pasando con el semГЎforo en verde, un furgГіn estacionado arrancГі de repente dirigiГ©ndose directamente hacГa mГ. LanzГЎndome en plancha lo evitГ©, justo a tiempo, limitando los daГ±os a unas manos raspadas y mientras el vehГculo huГa, conseguГ verle la matrГcula. DespuГ©s de escribir mi artГculo en el periГіdico, todavГa un poco en shock y pensando que podrГa tener algГєn enemigo, me fui a la cercana comisarГa a ver a Vittorio. Tal y como pensaba, el furgГіn habГa sido robado. En mi denuncia, mi amigo hizo anotar tambiГ©n la agresiГіn anterior, que ya con seguridad no se podГa considerar un intento de robo. ВїPodГa haber sido el mismo agresor de la otra vez el que intentГі matarme? ВїDespuГ©s de haberse recuperado de los golpes que le habГa propinado? Por desgracia, no pude ver al que estaba al volante.
—¿No tienes ningún sospechoso? Yo que sé, ¿algún desplante? —me preguntó D'Aiazzo.
—No, me llevo bien con todo el mundo.
—Ya, ya: podrГa ser la venganza de alguien que hayamos mandado a la cГЎrcel, pero ВїquiГ©n? Con todas las investigaciones que hemos llevado a cabo juntos y toda la gente a la que hemos encerrado en la trena… ВЎBueno! En todo caso… tal vez sea mejor que yo tambiГ©n estГ© en guardia.
Desde ese momento, fui bastante cauto y, hasta mi llegada a Estados Unidos, no me sucediГі nada mГЎs.
CapГtulo VI (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6)
Eran las nueve de la maГ±ana, hora de Nueva York.
En el aeropuerto habГa pasado un control aduanero tan minucioso que tal vez solo lo superaban ciertas inspecciones carcelarias. HabГan mirado incluso en el tubo de la pasta de dientes y en el frasco del after shave, Tomando muestras que, pensГ©, habrГan analizado. En realidad, me esperaba un examen atento, aunque no tanto. De hecho, como incluso nuestros medios de comunicaciГіn habГan referido, dos meses antes en algunos barrios de Nueva York el agua potable saliГі de los grifos junto a una extraГ±a sustancia inapreciable al gusto, incolora e inodora, puesta por desconocidos en unos de los conductos en una cantidad proporcionalmente minГєscula, pero lo suficientemente potente como para hacer que todas las personas que la bebieran quedarse al menos una decena de dГas en la condiciГіn irreversible de toxicodependientes ansiosos de heroГna. En las semanas siguientes habГa pasado lo mismo en San Francisco y Filadelfia. Al mismo tiempo, los medios supieron y contaron que la PolicГa Federal habГa sabido, por medio de agentes de la CIA, acerca de un producto quГmico que los cientГficos soviГ©ticos parecГan haber sintetizado. Alguien en el FBI habГa tenido la intuiciГіn de hacer analizar esas aguas y se habГa descubierto el compuesto. Se buscГі inГєtilmente el laboratorio que lo fabricaba. Por ello se sospechГі que se importaba en secreto. Entretanto, los medios de comunicaciГіn, preocupando todavГa mГЎs a los ciudadanos, se preguntaban: ВїSe trata de una operaciГіn de sabotaje por parte de la UniГіn SoviГ©tica? ВїO de los norvietnamitas, con su ayuda? En nombre del hombre fuerte de la URSS, Leonid Ilich BrГ©zhnev, el embajador soviГ©tico habГa enviado una nota de firme protesta a la Casa Blanca, acusando a Estados Unidos de absurdas calumnias.
Al fin libre, me dirigГ a la salida para tomar un taxi que me llevara al Plaza Hotel, donde los organizadores me habГan reservado una habitaciГіn. Pero oГ que me llamaba en italiano una bella voz femenina. Era una mujer de unos treinta aГ±os, pelo muy negro, muy agraciada y que, a mi izquierda, estaba agitando un pequeГ±o palo con un papel blanco en lo alto con mi nombre y apellido escritos en rojo.
—El poeta Velli, ¿verdad? —me preguntó acercándose y bajando el cartel.
Me parГ©.
—En persona, señora…
— Miniver: Norma Miniver. Me envГa la fundaciГіn Valente —Me dio la mano, despuГ©s de pasar el cartel de la derecha a la izquierda—. Lo he reconocido en cuanto lo he visto. Ya sabe, por la foto en sus libros.
Yo estaba encantado.
—Habla muy bien el italiano —la alabГ© a mi vez, mientras nos dirigГamos a la salida.
—Soy italo-americana.
—… Pero el apellido…
—Es el de mi marido. El de mi familia es Costante. He dicho Miniver por costumbre. En realidad —me confiГі sin avergonzarse—, recuperarГ© el mГo dentro de poco: ya vivo sola y estoy a punto de conseguir el divorcio.
En el Plaza, tras las formalidades de la recepciГіn, Norma me precediГі con el porteur hasta el interior de la habitaciГіn. Junto a la puerta del baГ±o habГa un cartel en cuatro idiomas, pero no en italiano, que advertГa en letras mayГєsculas: NO BEBER EL AGUA DE LAS INSTLACIONES HIGIГ‰NICAS. PODRГЌA CONTENER SUSTANCIAS NOCIVAS.
—Estoy a su disposición como hostess durante toda su estancia —me aseguró—, pero ahora supongo que usted querrá refrescarse y descansar. Estoy alojada en la habitación contigua a la suya, para cualquier cosa que necesite.
Me preguntГ© si entre las necesidades estaban incluidas aquellas que, inesperadamente, me subГan del bajo vientre a la garganta en ese momento.
Fue ella quien dio la propina al chico del equipaje. В«Hospitalidad completaВ», pensГ©, В«y ВїquiГ©n sabe si estГЎ incluido tambiГ©n el apoyo afectivo a este invitado solo y perdido?В» Solo le dije:
—Tengo cierta necesidad de ayuda y… consuelo.
SonriГі brevemente, bajando un momento los ojos como si estuviera confundida y luego se dirigiГі sin prisa hacia la puerta.
—La comida es a la una —se despidió—, aquà lado, en el Cooling's. Aprovecharé para informarle de todo el programa.
Cooling's solo daba comidas frГas, insГpidas o algo peor. TomГ© una galantina de pollo gomosa con un arroz repugnante, casi helado, al curry y una tarta de manzana leГ±osa. DejГ© en los platos buena parte de la comida. Norma Miniver se limitГі a un batido verdoso que debГa ser saludable, como habГa dicho, de una consistencia espesa y fangosa, que tal vez tenГa el objetivo preciso de hacer pasar hambre el estoico cliente a dieta.
—La ceremonia serГЎ en Brooklyn, imagino —le preguntГ© para enfrentarme inconscientemente a la comida y despuГ©s de que ella, en unos pocos tragos, hubiera ya vaciado con valentГa su enorme vaso.
—No. ¡Allà no!
—Pensaba…
—No, La entrega de premios serГЎ en el parque de Villa Valente, en las afueras de la ciudad. Las primeras ediciones sГ fueron en Brooklyn, en los aГ±os 40 y 50, cuando todavГa habГa muchГsimos italianos. Hoy, de Brooklyn, el premio solo tiene el nombre.
ToquГ© instintivamente con el dedo medio de la mano izquierda la uГ±a del Гndice de su mano, que llevaba posada desde hace tiempo en medio de la mesa, al lado de mi vaso de agua mineral.
No la retirГі.
Al acabar la comida, me propuso dar una vuelta por la ciudad. De hecho, no tenГamos nada que hacer hasta las siete de la tarde. La primera cita de mi estancia preveГa, para esa hora, un cГіctel en el apartamento neoyorquino de Mark Lines, mi editor estadounidense. Por fin nos Гbamos a conocer. TenГa familia, pero me iba a recibir solo.
—Se trata de un pequeГ±o ГЎtico que tiene como base en la ciudad, donde vive con un criado: la mujer y los hijos viven en el campo, a unas cuarenta millas de aquГ y se ve con ellos los fines de semana —me explicГі Norma. Luego aГ±adiГі que tambiГ©n estaban invitados dos de los Valente, hermano y hermana, y algunos otros potentados de la ciudad—: A pesar de sus millones de habitantes, las familias que cuentan de veras son unos pocos centenares y se conocen casi todas entre sГ.
DespuГ©s del cГіctel de Lines, iba a cenar con Г©l y mi intГ©rprete en un restaurante vecino de Manhattan y despuГ©s, libertad para mГ para hacer lo que quisiera. Mi asistente tenГa dos entradas para un concierto, si querГa ir o, si no, que propusiera yo algo. La entrega de premios serГa un dГa despuГ©s, a las seis de la tarde. Corbata negra, pero, dado el gran calor de esos dГas, con derecho a ponerse en mangas de camisa inmediatamente despuГ©s. A continuaciГіn, una fiesta en mi honor en el jardГn de la villa.
—¿Le llevo por la ciudad, señor Velli o prefiere otra cosa? —Y encendió el motor.
—De momento, preferirГa que me llamara Ranieri, incluso Ran, que es mГЎs sencillo. ВїPuedo llamarla Norma? —Tuve el impulso de volver a acariciarle la mano, que habГa puesto sobre la palanca cambio para maniobrar, pero me contuve. Me limitГ© a observar largamente su perfil.
Ella, sin mirarme, respondiГі:
—Está bien, tuteémonos.
—Me gustarГa ver Brooklyn. ВїQuГ© te parece?
—Okay, Ran.
CapГtulo VII (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6)
EstГЎbamos ya de vuelta, casi al final de la Brooklyn-Queens Expressway, junto a los muelles y cerca de los puentes.
—… y ahora ¿a dónde queremos ir? —me preguntó Norma.
—A comer algo bueno.
—¿A comer? ¿Tienes hambre?
—No he probado casi nada —Tuve una inspiraciГіn. Dando vueltas, me arriesguГ© a decir—: Si conoces alguna cocina disponible, podrГa preparar alguna cosilla aceptablemente sabrosa.
—¿Sabes cocinar? ¿Y te gusta? —Su voz sonaba a sorpresa y diversión—: Yo lo odio.
—A mГ me gusta y, al menos, sГ© lo que como, pero ВїdГіnde encontramos una cocina? —Le rocГ© el brazo en una levГsima caricia.
—En mi casa —sonrió.
Era un pequeГ±o apartamento en la calle 34, junto al Herald Square, en Manhattan, en el bajo de una casa antigua reciГ©n pintada. No estaba lejos del hotel. Un bonito apartamento. Desde el salГіn-recibidor, bastante amplio, con muebles de madera de Г©bano de estilo inglГ©s del siglo XIX y dos pequeГ±os divanes modernos enfrentados, poco mГЎs que sillas, se entreveГa a la izquierda, por la puerta que se habГa dejado abierta, la cГіmoda del dormitorio, de estilo Luis XV. La entrada a la cocina se veГa al fondo a travГ©s de una puerta con un arco, toda de madera de nogal. El baГ±o debГa estar junto al dormitorio.
—Vivo de alquiler —aclarГі Norma—, incluidos los muebles. Hasta el mes pasado vivГa en el ГЎtico de mi marido, aquГ al lado. Arnold tambiГ©n puso el atelier.
—¿El atelier? ¿Qué es, un modisto?
—Pues no —se rio— es Arnold Miniver, el pintor.
Nunca habГa oГdo es nombre:
—¿Es famoso?
—¡Muy famoso! —se asombró—. Ha vendido incluso en Italia ¡¿De verdad no lo conoces?!
—Francamente, no —La dejé perpleja—. ¿Puedo entrar en la cocina?
—Oh... claro, estamos aquГ por eso, Вїno? —La expresiГіn indicaba una idea muy distinta. En realidad, pensГ© en cierto momento en abandonar la idea de la comida y pasar de inmediato al cortejo, pero el hambre que tenГa y, sobre todo, ese aplazamiento podГa ser una buena tГЎctica para aumentar su interГ©s por mГ, siempre y cuando yo le mostrara rГЎpidamente el mГo.
No tenГa mucho en la despensa. ImprovisГ© con ese poco: carne cruda en lonchas finas, pepinillos en vinagre, yogurt, perejil congelado y tomates y me puse a preparar cuatro deliciosos escalopines. TriturГ© finamente los pepinillos mezclГЎndolos luego con el yogurt en un bol con un poco de sal y un poco de perejil que habГa descongelado previamente con un momento en el horno. Lo dejГ© reposar. Entretanto, puse al fuego una gruesa sartГ©n antiadherente, a fuego vivo, poniendo un papel de horno. Cuando se oscureciГі en los puntos en contacto con el fondo, quitГ© el papel y echГ© la carne a la sartГ©n. Siempre a fuego vivo, asГ© los pequeГ±os bistecs durante cuatro minutos por cada lado. Puse sal y servГ en dos platos, cubriendo la carne con la salsa frГa. Unas rebanadas de tomate de guarniciГіn. ВЎAlgo sabroso y rГЎpido! Norma, aunque estaba a dieta, se comiГі toda su raciГіn, alegremente. SГ, creo que tambiГ©n se puede conquistar asГ a las mujeres, por el paladar.
No sabГa que, tal vez en ese momento, algГєn otro se estaba preparando para pescarme por el paladar, con una bebida y con un objetivo bien distinto.
CapГtulo VIII (#ulink_2a0f66bc-b6a2-55d4-aec2-d0b23fa639d6)
Nos quedamos en la intimidad hasta casi la hora del cГіctel.
Por mГ, no habrГa sido una simple aventura de viaje. Ya al volver al hotel con Norma empecГ© a entenderlo.
Me habГa duchado en su casa y en el Plaza me cambiГ© rГЎpidamente de ropa, en un momento, pero igualmente llegamos a casa de Lines con media hora de retraso, los Гєltimos:
—Está bien —me susurró ella en cuanto llegamos, al ver que miraba el reloj—, eres el invitado de honor.
Tal vez no estaba tan bien para el dueГ±o de la casa, al que, en cuanto el criado, un hombre de aspecto frГЎgil de unos sesenta aГ±os, de piel mulata, evidente fruto de una combinaciГіn afroamericana y europea, nos abriГі e hizo entrar, se le escapГі un sonriente:
—¡O, por fin! —Pero inmediatamente se corrigió—: ¡Estábamos todos impacientes por conocerlo en persona, señor Velli! —Y, después de estrecharme la mano, volviéndose a los presentes, me aplaudió. Los demás se unieron al aplauso.
El editor parecГa tener unos cincuenta aГ±os, pelo espeso, entrecano y descuidado, media altura y muy delgado, pero fuerte: me estrechГі la mano con energГa.
Г‰ramos unos veinte. Los invitados mГЎs importantes, como entendГ por la actitud de mayor respeto de Lines y supe mejor por Norma, eran ocho: los hermanos Albert y Elizabeth Valente, ambos de unos cuarenta aГ±os, multimillonarios en dГіlares, Г©l patrono del premio heredado de su difunto padre, poeta aficionado, que viviГі durante dГ©cadas con fama de padrino mafioso, pero que, cuando muriГі, ya habГa adquirido la pГЎtina de un financiero honrado; Peter Capponi, un obeso importador de unos cuarenta aГ±os, y su esposa Angela, de unos treinta, Гєnica mujer presente completamente enjoyada; un tal Vito Valloni, un obeso barbudo de pelo blanco debido a una peluca cana y en punta en la cabeza que le hacГa parecer ridГculo, hombre de media altura, con mГЎs de sesenta aГ±os, propietario de grandes almacenes y tiendas, librerГas, emisoras de televisiГіn y periГіdicos en varios estado; el taciturno general Reginald Huppert, jefe de la PolicГa de Nueva York, con su esposa Liza, mucho mГЎs joven que Г©l, de unos treinta aГ±os, hermanastra de Lines: muy guapa; Anne Montgomery, viuda, la mujer mГЎs rica de Estados Unidos, de unos cincuenta aГ±os; su hijo Donald, de aspecto insignificante, no muy alto, de pelo oscuro, que parecГa tener unos treinta aГ±os, y su administrador y consultor financiero, John Crispy, de unos sesenta aГ±os.
—Un extraГ±o idealista, ese Donald Montgomery —me dijo Norma despuГ©s de salir solos los dos a la terraza—: Es el heredero de una fortuna colosal, pero, despuГ©s de licenciarse en derecho como querГa su madre para que cuidara mejor de sus intereses, se incorporГі como funcionario en el FBI. IncreГble, Вїverdad?
—Tal vez podГa haber escogido algo mejor.
—Pienso lo mismo. En todo caso, los asuntos de la familia siguen siendo dirigidos totalmente, con su comisiГіn, por John Crispy —Lo seГ±alГі con un breve movimiento de cabeza: en ese momento el hombre, sentado en un rincГіn justo a la entrada, estaba tragГЎndose de golpe un brebaje y comiendo aceitunas—. Que no te engaГ±en las apariencias: le llaman В«el CaimГЎnВ» de Wall Street. Trabaja como una fiera manteniГ©ndose sobrio todo el dГa y hacia esta hora empieza a relajarse bebiendo todo lo que puede. No sГ© como lo hace, pero no se emborracha nunca.
Me preguntaba cГіmo Norma, una simple empleada de la fundaciГіn, podГa saber todas esas cosas. ВїTal vez a travГ©s de su marido?
La respuesta me llegГі despuГ©s de unos minutos. En cuanto volvГ a entrar en el apartamento, se me acerco rГЎpidamente Liza Huppert, la esposa del general, que me tomГі del brazo y me alejГі de Norma y me llevГі, casi a la fuerza, a la mesa de la bebida.
Al ser la mujer pariente cercana del dueГ±o de la casa, la seguГ, aunque fuera a regaГ±adientes, por respeto a nuestro anfitriГіn.
—¿Es Norma una buena ayudante, señor Velli? —me preguntó en un mal italiano—. ¿Ya le ha enseñado la ciudad?
AsentГ mecГЎnicamente con la cabeza.
—Hable en su idioma, seГ±ora Huppert, sГ© inglГ©s. SГ, Norma Miniver me ha resultado muy Гєtil.
QuiГ©n sabe con quГ© cara lo dije. Solo sГ© que la mujer mostrГі una sonrisa no muy agradable y, con muy poca educaciГіn, me dijo:
—¡Cuidado, dulce poeta! ¿No será que ustedes dos…?
—No —desmentГ secamente—. Me ha servido de gran ayuda, eso es todo —Le mirГ© fijamente a los ojos durante un par de segundos, con reprobaciГіn: ВїcГіmo se atrevГa?
—Ah —PareciГі relajarse, sin mostrar haber percibido mi expresiГіn y, tras lanzar ese sonoro ah, luego me entregГі con ambas manos una de las copas de la mesa, la Гєnica que contenГa una bebida verde que olГa a menta y romero, y retuvo la copa y mi mano derecha entre las suyas por un momento, con la evidente intenciГіn de acercarse a mГ. Luego tomГі para ella una copa llena de un vino espumoso rosado y se la bebiГі de un solo trago—. SГ, pobre chica, ВЎno ha tenido suerte! —volviГі a decir mostrando en la cara una conmociГіn ambigua, sin saber esconder su sadismo.
Me molestГ© y entendГ que me habГa enamorado de Norma.
Le lancГ© una mirada instintivamente.
Liza Huppert siguiГі mi mirada y, con una sonrisa amplia y apretГЎndome fuerte la mano libre de la copa, me susurrГі:
—SГ, pobrecilla: el anterior marido era muy rico, pero despuГ©s de unos pocos aГ±os estaba acabada y cerca de la ruina y el suicidio. Gracias a los amigos Valente, le encontraron un puesto en la fundaciГіn y es mejor para ella que quiera conservarlo aun despuГ©s del nuevo matrimonio.
Me quedГ© de piedra.
ImpertГ©rrita, aГ±adiГі:
—¿Es posible que no hubiera descubierto, pobre ingenua, las tendencias del marido? Y, aun asГ, parece que en realidad no sabГa absolutamente nada hasta que un dГa, llegando de forma inesperada su estudio, ВЎvaya desprevenido ese pintor!, ВЎen su apartamento y sobre su propio piano!, Norma le sorprendiГі desnudo con un joven y una joven desnudos como Г©l: el maridito y la guarra estaban mordiГ©ndose, Г©l sobre ella con su cosa incrustada en su trasero, mientras a su vez estaba sodomizando al joven: una porquerГa bisexual.
Las palabras eran de dura condena, pero Liza las habГa pronunciado con una expresiГіn en el rostro obscenamente lГєbrica y no pude no pensar que ella saboreaba al mismo tiempo la idea de formar parte de una troika similar. Le preguntГ©:
—Perdóneme, ¿cómo ha sabido esos detalles escabrosos? No creo que Norma fuese por ahà contando los detalles…
—… Pero, amor mГo, ВЎclaro que fue! Norma contaba los hechos con detalle a cualquiera de nosotros con los que se encontraba. Esa pobre chica estaba enfadada con el marido y querГa vengarse.
No me quedГ© convencido. Fastidiado, posГ© la copa, de la que aГєn no habГa bebido, y, tratando de sonreГrle amablemente, le susurrГ©:
—Perdóneme —y me alejé.
AdvertГ que В«CaimГЎnВ» Crispy se acercaba a la mesa y, mientras empezaba a hablar con Liza, sin saber que habГa sido mi copa, la tomaba y comenzaba a beber el lГquido verde.
Se me acercГі Lines:
—Quiero hablar con usted. ¿Vamos all�
Hizo que me sentara en la Гєnica silla de su estudio domГ©stico, abarrotado de libros y manuscritos que ocultaban el pequeГ±o escritorio estilo Carlos X en el que se habГa sentado y desbordaban las dos librerГas de estilo Imperio.
—Muchas veces trabajo aquГ en lugar de en el despacho. Para otros gГ©neros, no, pero la poesГa prefiero leerla yo antes y aquГ la puedo disfrutar mГЎs tranquilo. TambiГ©n yo he publicado algГєn poemario y, conociendo bastante bien siete idiomas, incluido el italiano, puedo valorar textos extranjeros en su lengua original.
SonreГ complaciente.
Г‰l cambiГі de tema, tuteГЎndome:
—Ranier, ¿cómo no me has propuesto traducir y publicar aquà tu último libro de poemas?
Me quedГ© estupefacto:
—¿Mi Гєltimo libro? —No habГa publicado nada mГЎs, aparte de la novela fallida.
—Hablo de tus PoesГas del amor sereno que has publicado en Suiza.
El tГtulo me resultaba desconocido.
—No entiendo.
—… Pero sГ. ВЎEse que eran todo sonetos! Espera que me acuerdo de algunos de memoria —Y me recitГі uno.
Me quedГ© de piedra: se trataba de los versos que habГa compuesto para Tartaglia Fioretti, cuya propiedad intelectual ya no me pertenecГa. ВїPublicado con mi nombre?
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